31 d’octubre 2006

La carta. (III)


Querido HopHops:
Le escribo esta carta desde el más absoluto de los anonimatos, para contarle lo que me aconteció de forma sorprendente el pasado mes...
Antes de contar esta increíble historia, creo que es de merecer decir que soy un hombre que se cuida, que va al gimnasio siempre que puede, que a la que tiene media hora libre, ¡ziiim! se va rápido para la sala de musculación. Pero no sólo lo hago porque me guste ver en forma, con los músculos desarrollados, no. También lo hago por obligaciones “profesionales” (de las cuales no puedo hablar aquí, lo siento muy mucho). Teniendo ya el marco más o menos establecido, creo que es el momento de empezar a relatar mi crónica...
Ese martes yo no estaba en perfectas condiciones físicas. Una gripe viral me había afectado profundamente durante la semana anterior, con lo que decidí cuando acabé de hacer mis ejercicios en hacer una sauna. Así que bajé a los vestuarios (que están en el piso de abajo), me quité la ropa y me fui hacía donde ponía: “Sauna, Entreu Eixuts”. Cómo soy una persona que sigue las leyes y el orden, me sequé a consciencia y luego entré. Tengo que aclarar que la sauna que tomé no era la que sale en las películas, es decir, una sala llena de vapor con todo de hombres sudorosos. Era lo que se conoce cómo sauna seca. Es decir, a 80 grados sin vapor. Para hacerse una idea, es cómo si te metieras dentro del horno cuando lo has precalentado para la pizza. Pero más espacioso, claro. Y todo de madera, al estilo sueco, cómo el parquet que también es nórdico. Así que, cuando entré y respiré profundamente, una oleada de aire caliente me entro por la nariz. Me recordó una vez que, en plena depresión, me puse un secador en la cara, lo puse al máximo de caliente y lo encendí. Evidentemente, no me produjo la muerte, pero me chamusqué los pelos de la nariz y durante 1 semana no me pude sonar (a parte de deprimido, también estaba resfriado). Total, que una vez ahí dentro, y mientras notaba cómo se habrían los poros de mi piel y el sudor me bañaba por entero, un hombre con la sonrisa de Torrebruno que había ahí decidió que tenía ganas de evacuar, y en vez de salir e ir a los lavabos, se levantó la toalla y meó en la pila de piedras que allí había. Eso causó que:
a) Todos los ahí presentes lo considerásemos un guarro cochino.
b) Todos los ahí presentes lo considerásemos un tonto, porqué si quieres hacer algo así de cochino, lo haces cuando estás solo y nadie sabe que eres un cerdo. Lo seguirás siendo, pero nadie más lo sabrá.
c) Al contacto con las piedras y la salida de aire caliente, la orina prácticamente se evaporizó al instante, pero no desapareció, si no que se convirtió en una nube amarilla tóxica con sodio, cloro y amonio, un derivado del amoníaco. Esto originó que:
c.i) Todos los ahí presentes empezaran a tener evidentes síntomas de desagrado por el olor de la citada nube tóxica.
c.ii) Todos los ahí presentes empezaran a tener evidentes síntomas de intoxicación, empezando por ahogos y toses secas (sin esputos).
c.iii) Todos los ahí presentes empezaran a salir corriendo, a gatas o arrastrándose (cada cual cómo podía) de la sauna.
c.iiii) Todos los ahí presentes empezaran a pegar con las manos, piernas o cualquier objeto contundente que se encontrase a mano (botes de champú, toallas mojadas, zapatos, un bate de béisbol, una sierra mecánica que alguien se había olvidado, etc) al anteriormente citado cochino marrano.
Una vez los antidisturbios hubieron detenido el linchamiento (justo en el momento en que ya teníamos al gorrino colgando de una tubería por el cuello), volvimos a la sauna. Sin el repugnante tipejo, se entiende.
Pues bueno, después de estar cinco minutos ahí dentro, entendí el porqué de un cartelito que había en la entrada al cual yo no había hecho caso anteriormente: “No entreu amb objectes metàlics com collarets, anells, etc”. Yo llevo un collar. No es metálico, pero el colgante en si (una S y una M de acero, que me regalaron unos compañeros de profesión a los cinco años de entrar en ella), sí. Al principio noté un ligero calorcito en el pecho. Pero se podía aguantar, así que aguanté. Luego ese calorcito se fué convirtiendo en quemazón. Ya empezaba a doler, pero no dije ni demostré que me doliera. Cuando las letras se me pegaron a la piel y un ruidito similar al de cuando marcan a una res me salió del pecho, directamente aullé. Intenté desengancharme el collar, pero el broche no había dios que lo tocara. Al intentar arrancarme las letras, me quemé las yemas de los dedos. Así que sólo había una solución posible y factible: Hacer el pino y empezar a saltar como una rana, todo eso aullando. Al cabo de 3 minutos que me parecieron una eternidad, por fin las letras se soltaron de mi piel, cayéndome en mi cara, con tanta mala fortuna que en ese momento estaba aullando y entraron en mi boca, pegándose en mi lengua. Después de dislocarme un hombro al caer, me levanté y empecé, por un motivo que aún ignoro, a correr dando vueltas, intentando aullar con las letras pegadas a mi lengua, la cual intentaba sacar lo máximo posible de mi cavidad bucal. Finalmente, la iluminación divina vino a mi y se me ocurrió algo inesperado pero genial: salir de la sauna y meterme debajo de la ducha.
Después de estar cómo media hora debajo de la agua helada, conseguí quitarme las letras de la lengua y tranquilizarme. Eso si, continuaba aullando, ya no sé si de dolor o simplemente, porque le había cogido el gustillo.

Atentamente su querido amigo,
SM.
P.S: Si he escrito esta carta es para que tanto usted como los ciudadanos sepan el porqué de mi desaparición de estos últimos tiempos.
P.P.S: Cuando pueda volver a hablar sin ningún problema y sin que parezca que me haya hecho un piercing en la lengua con una tachuela, volveré.
P.P.P.S: Siento muy mucho no poder decir quién soy, de verdad de la buena.

23 d’octubre 2006

Paganini.


La semana pasada, de jueves a domingo, nos fuimos de vacaciones.Fueron unas mini-vacaciones de disconeting pipol, relax, perreo, comer y Port-Aventura para recargar las pilas.
No me voy a poner a explicar el arrós a banda ni la bandeja de pescado con patatitas y salsa tártara que nos cepillamos el viernes al mediodía, ni cómo fue la atracción de caída libre (salvaje, salvaje, la recomiendo para desestresarse y llenarse de adrenalina), ni cómo disfrutamos en los autos de choque, ni en la tontería de diversión que es el tren de la mina. Lo que voy a explicar, va ser la experiencia de ir en coche de un sitio a otro:
De Barcelona a Segur de Calafell. Salimos por la ronda. Nos metemos por los túneles. Peaje. Salimos por la salida correspondiente. Peaje.
De Segur de Calafell a L'Ampolla. Para entrar en la autopista, peaje. Circulamos un rato por la autopista. Peaje. Seguimos circulando por la autopista. Peaje. Más autopista. Peaje. Autopista y manta. Y peaje. Salimos de la autopista. Y peaje para salir de ella, claro.
De L'Ampolla a Segur de Calafell. Pagar peaje para entrar en la autopista. Circular por la autopista un ratito. Peaje. Darle zapatilla en la autopista. Y darle a la cartera en el peaje. Seguimos por la autopista enmedio del diluvio. Y pagar peaje bajo la lluvia. Seguir por la autopista. Y seguir pagando en el peaje. Salir de la autopista, previo peaje para que nos dejen salir.
De Segur de Calafell a Port-Aventura. Evidentemente, pagar peaje para entrar en la autopista. Circular por esa bonita autopista... Y pagar peaje por los lindos paisajes de urbanizaciones. Y seguir por la autopista de todos que pagamos unos pocos. Y peaje para salir de ella.
De Port-Aventura a Segur de Calafell. Peaje para entrar, ¡no perdamos las tradiciones! Ir de carril en carril, sin prisa pero sin pausa a ciento-veinte, que el coche tampoco daba para mucho más. Pagar en el peaje por poder ir rápido. Salir rápidamente de la autopista. Pagando peaje, claro.
De Segur de Calafell a Barcelona. Peaje para entrar en los túneles. Pasamos los tuneles, pero no las retenciones. Ole, ole, que bonito es pagar por una vía rápida un domingo por la tarde... en el peaje.
Por cierto, el viernes cuando volvíamos de la gran comilona, llovía. Nosotros íbamos de tranquis a ciento veinte. Y la gente nos fusilaba por el carril izquierdo a unas velocidades de vértigo. Nos fusilaban de tal manera, que la nube de agua que creaban no me dejaba ver nada por unos instantes. Y luego se extrañan de que haya accidentes. Claro que después de ver a los picoletos ir a la velocidad máxima permitida y que los coches les quitaran las pegatinas sin que ellos se dieran por aludidos, ya nada me extraña. Bueno, si. Una cosa me extraña. Sólo pagamos un par de veces para ir de Barcelona a Segur (y viceversa).
Otra de las cosas divertidas es que te hagan pagar por el parquing en Port-Aventura. Seis euritos, por la cara. Por tenerlo en medio de la nada, sin vigilancia ni nada. Claro que en el fondo tampoco es extraño. En Port-Aventura te hacen pagar hasta por respirar. Y no a precio de saldo, precisamente.
Y luego dicen que los catalanes somos tacaños. No es que seamos avariciosos. Es que con lo que pagamos, no nos queda nada. Mentira. Las autopista de Extremadura. Y las de las castillas. Y las de Andalucía. Todas esas autopistas, y las de Murcia, y las de prácticamente todas las comunidades autónomas, son nuestras. Cuando voy por ellas, hincho el pecho orgulloso mientras pienso: “Estic a casa meva, jo he pagat això”.
Y con este sentimiento de amor fraternal que nos devuelven desde las Españas, viendo todo lo que hacemos por ellos de forma altruista, viendo cómo nos lo agradecen sin parar, aún no entiendo cómo hay gente que quiere separarse de esta una, grande y libre nación... ¿No ven que sin España no seríamos nada?

16 d’octubre 2006

Aventuriak y desventuriak en Donostia.


Pues si, la semana pasada (y por motivos de trabajo), me tocó irme a Donostia, esa Playa de la Concha que tiene una ciudad pegada a ella. O si llegas por la noche, ese casco antiguo que tiene edificios nuevos a su alrededor. Todo empezó el lunes. Fuimos en tren, que se ve que la economía no está para virguerías, así que nos pagaron un billete de tren. Con litera, sólos, etc... Vale. El billete de ida valía 79 euritos. Ahí es nada por una especie de zulo (eso si, dos literas, nada de dormir arrejuntados con mi compañero de curro) con un baño (cómo lea esto mi compañero de viaje se atraganta) sin agua potable, detalle sin importancia cuando te lavas los dientes. La ducha era un mini zulo, pero en vertical, y para entrar en ella teníamos que contorsionarnos y apartar las chaquetas. Y mejor no digo donde tuvimos que poner las maletas. El bar del coche cama era perfecto. Perfecto para quienes no les gusta los bares, me refiero. Cutre, sucio y con un servicio (un pobre hombre que hace lustros que se tendría que haber jubilado) patético. Como muestra, el café con hielo que les pedí. Vaso de plástico con un minicubito (a juego con la miniducha). Que al poner el café indefectiblemente se derritió (el cúbito, no el café claro está) rápidamente, dejando el café aguado y... caliente. Así que pedí un café con hielo para beber algo fuerte y fresco y acabé bebiendo un americano caliente. Cómo una porn star cualquiera. Pero lo mejor de esa noche no fue la calidad del tren, no. Fué que mi compañero es un fan del insomnio (de los otros, no del suyo), así que decidió que nadie durmiera a base de ronquidos guturales similares a los que emitiría un oso hibernando. Que bonito es intentar dormir en una litera estrecha cómo un palillo, con los estertores de la muerte resonando por todo el zulo mientras el tren va parando y enganchando y desenganchando vagones tan suavemente cómo la barba del mayor de los hermanos de una familia de leñadores. La gente se queja (y no sé porqué) de RENFE, insinuando que normalmente los trenes llegan tarde. Pues nada, coged el que va de Barna a Donostia. Llega antes. Para tocar los cojones, dí que sí. Que llegamos a las 7'30 am, y habíamos quedados en las oficinas a las 9. Ja, ja y ja. A dar vueltas cómo idiotas esperando que fuera la hora... No voy a comentar cómo fue el curro, sólo que yo sobraba, Lo había dicho una semana antes: “¿Pero yo que pinto ahí?”, pero nadie me había hecho caso. A las 12:35 de la mañana, yo ya estaba buscando un pc para mirar el correo, navegar, perder el tiempo... También busqué un sofá apartadito para dormir, pero no me dejaron. A la una fuimos a comer (¿En el norte no saben comer a una hora más razonable? Es que yo estoy acostumbrado a comer a eso de las cuatro y...), me pedí unas lentejas estofadas y conejo asado con su jugo y algo más. Mi recomendación al chef es que a las lentejas, la próxima vez, le ponga chorizo, que no es delito. El conejo pues como siempre, sabor a conejo. Por la tarde agonicé hasta que mi compañero acabó y nos encontramos que el tren salía a las 11 de la noche. Lo primero que pensamos fue en repasarnos todas las tabernas del casco antiguo. Lo segundo en entrar borrachos en un tren. Yo pensé que si ya de normal, en mi casa, cuando llego contento la cama se mueve, lo del tren podría ser la muerte. Gracias a dios, mi compañero pensó lo mismo. Así que nos dedicamos a pasear por la playa de la concha, ir hasta el puerto pesquero (tan pequeño cómo nuestra ducha), y visitar alguna terrazita. Un consejo: tienen una cerveza que se llama Keler18. Es de ahí. Y te la cobran a precio de Australia, pero sin los portes pagados. 3€ la maldita botellita. Y no los vale. Así que si vais por ahí, pedirla. Así tendréis de que hablar al volver. De que ahora el impuesto revolucionario no lo cobran a los empresarios. Lo camuflan entre los impuestos de la cerveza. Y que la gente te mira mal. Bueno, al menos a mí, pero también me miran mal en mi barrio.
A eso de las 8 decidimos ir a cenar. Tuvimos un mini-dilema: ¿montaditos o comer comer? Cuando recordamos que pagaba la empresa, enviamos el dilema a freír espárragos. La casa es grande, no repara en gastos y en donosti se viene a comer. Cómo dijo el pelanas hace dos mil años, dejad que las chuletas se acerquen a mi. O algo similar. Así que nos fuimos a un restaurante que había en el paseo de la concha y decidí pedir un mar y montaña. Es decir, marmitako de atún de primero y solomillo de ternera de segundo. Todo eso regado con txacolí, claro. El marmitako estaba de muerte. Lástima que los del restaurante me vieron delgado y me dieron cómo dos o tres raciones en una cazuela dónde mi madre podría cocinar para toda la familia. Con lo que, cuando me trajeron el solomillo (que me pregunto yo: ¿si el solomillo es cómo media ternera, cómo cojones será el entrecot? ¿Te traen 2 vacas?) yo ya estaba a reventando de placer y gula. Y de alcohol, que el txacolí, a lo tonto a lo tonto, nos cascamos dos botellitas. Pim pam, y con los cafés, pedí un pacharán casero. Y me trajeron una bañera camuflada de copa, con un líquido que se podía untar en una rebanada. Eso sí, estaba bueno. Pero es que no me motiva beber masticando. Lo sé, soy rarito. Pero soy así. Total, que salimos del restaurante cebados cómo cerdos y contentos y felices cómo perdices. Llegamos a la estación, esperamos al tren (de vuelta, RENFE considera que sí que se tienen que seguir las tradiciones, así que llegó tarde, salió más tarde y llegamos a Barcelona aún más tarde), y cómo no, sufrí otra noche de osos grizzlies, traqueteos suaves como el Dragon Khan y a eso de las tantas conseguí dormir...
Y llegamos a casita, pero no fuimos ni felices ni nada. Dejé las maletas y a currar, no sea que las minivacaciones me corten el ritmo.

ps: Em vull tatuar a les natges “Mort a l'invasor”.
pps: I sota la pantxa em tatuaré “La resistència és inútil”.

05 d’octubre 2006

Teoría del recalentamiento global.


Cuando tengáis unos minutos de tiempo libre, aprovechad. Aprovechad para reflexionar. Reflexionad sobre el mundo.

¿Es así de desastroso el mundo, está tan próximo el deguello de éste planeta o es ésta una visión modificada por nuestras proyecciones negativas de la vida?

Aún siendo el mundo cómo es porque no sabemos ver más allá de nuestras percepciones, tranquilos.

No os sintáis culpables. Un imbécil es un imbécil, le proyectemos o no nuestras fuerzas negativas.

Disfrutad un ratillo ;)