La carta. (III)
Le escribo esta carta desde el más absoluto de los anonimatos, para contarle lo que me aconteció de forma sorprendente el pasado mes...
Antes de contar esta increíble historia, creo que es de merecer decir que soy un hombre que se cuida, que va al gimnasio siempre que puede, que a la que tiene media hora libre, ¡ziiim! se va rápido para la sala de musculación. Pero no sólo lo hago porque me guste ver en forma, con los músculos desarrollados, no. También lo hago por obligaciones “profesionales” (de las cuales no puedo hablar aquí, lo siento muy mucho). Teniendo ya el marco más o menos establecido, creo que es el momento de empezar a relatar mi crónica...
Ese martes yo no estaba en perfectas condiciones físicas. Una gripe viral me había afectado profundamente durante la semana anterior, con lo que decidí cuando acabé de hacer mis ejercicios en hacer una sauna. Así que bajé a los vestuarios (que están en el piso de abajo), me quité la ropa y me fui hacía donde ponía: “Sauna, Entreu Eixuts”. Cómo soy una persona que sigue las leyes y el orden, me sequé a consciencia y luego entré. Tengo que aclarar que la sauna que tomé no era la que sale en las películas, es decir, una sala llena de vapor con todo de hombres sudorosos. Era lo que se conoce cómo sauna seca. Es decir, a 80 grados sin vapor. Para hacerse una idea, es cómo si te metieras dentro del horno cuando lo has precalentado para la pizza. Pero más espacioso, claro. Y todo de madera, al estilo sueco, cómo el parquet que también es nórdico. Así que, cuando entré y respiré profundamente, una oleada de aire caliente me entro por la nariz. Me recordó una vez que, en plena depresión, me puse un secador en la cara, lo puse al máximo de caliente y lo encendí. Evidentemente, no me produjo la muerte, pero me chamusqué los pelos de la nariz y durante 1 semana no me pude sonar (a parte de deprimido, también estaba resfriado). Total, que una vez ahí dentro, y mientras notaba cómo se habrían los poros de mi piel y el sudor me bañaba por entero, un hombre con la sonrisa de Torrebruno que había ahí decidió que tenía ganas de evacuar, y en vez de salir e ir a los lavabos, se levantó la toalla y meó en la pila de piedras que allí había. Eso causó que:
a) Todos los ahí presentes lo considerásemos un guarro cochino.
b) Todos los ahí presentes lo considerásemos un tonto, porqué si quieres hacer algo así de cochino, lo haces cuando estás solo y nadie sabe que eres un cerdo. Lo seguirás siendo, pero nadie más lo sabrá.
c) Al contacto con las piedras y la salida de aire caliente, la orina prácticamente se evaporizó al instante, pero no desapareció, si no que se convirtió en una nube amarilla tóxica con sodio, cloro y amonio, un derivado del amoníaco. Esto originó que:
c.i) Todos los ahí presentes empezaran a tener evidentes síntomas de desagrado por el olor de la citada nube tóxica.
c.ii) Todos los ahí presentes empezaran a tener evidentes síntomas de intoxicación, empezando por ahogos y toses secas (sin esputos).
c.iii) Todos los ahí presentes empezaran a salir corriendo, a gatas o arrastrándose (cada cual cómo podía) de la sauna.
c.iiii) Todos los ahí presentes empezaran a pegar con las manos, piernas o cualquier objeto contundente que se encontrase a mano (botes de champú, toallas mojadas, zapatos, un bate de béisbol, una sierra mecánica que alguien se había olvidado, etc) al anteriormente citado cochino marrano.
Una vez los antidisturbios hubieron detenido el linchamiento (justo en el momento en que ya teníamos al gorrino colgando de una tubería por el cuello), volvimos a la sauna. Sin el repugnante tipejo, se entiende.
Pues bueno, después de estar cinco minutos ahí dentro, entendí el porqué de un cartelito que había en la entrada al cual yo no había hecho caso anteriormente: “No entreu amb objectes metàlics com collarets, anells, etc”. Yo llevo un collar. No es metálico, pero el colgante en si (una S y una M de acero, que me regalaron unos compañeros de profesión a los cinco años de entrar en ella), sí. Al principio noté un ligero calorcito en el pecho. Pero se podía aguantar, así que aguanté. Luego ese calorcito se fué convirtiendo en quemazón. Ya empezaba a doler, pero no dije ni demostré que me doliera. Cuando las letras se me pegaron a la piel y un ruidito similar al de cuando marcan a una res me salió del pecho, directamente aullé. Intenté desengancharme el collar, pero el broche no había dios que lo tocara. Al intentar arrancarme las letras, me quemé las yemas de los dedos. Así que sólo había una solución posible y factible: Hacer el pino y empezar a saltar como una rana, todo eso aullando. Al cabo de 3 minutos que me parecieron una eternidad, por fin las letras se soltaron de mi piel, cayéndome en mi cara, con tanta mala fortuna que en ese momento estaba aullando y entraron en mi boca, pegándose en mi lengua. Después de dislocarme un hombro al caer, me levanté y empecé, por un motivo que aún ignoro, a correr dando vueltas, intentando aullar con las letras pegadas a mi lengua, la cual intentaba sacar lo máximo posible de mi cavidad bucal. Finalmente, la iluminación divina vino a mi y se me ocurrió algo inesperado pero genial: salir de la sauna y meterme debajo de la ducha.
Después de estar cómo media hora debajo de la agua helada, conseguí quitarme las letras de la lengua y tranquilizarme. Eso si, continuaba aullando, ya no sé si de dolor o simplemente, porque le había cogido el gustillo.
SM.
P.P.S: Cuando pueda volver a hablar sin ningún problema y sin que parezca que me haya hecho un piercing en la lengua con una tachuela, volveré.
P.P.P.S: Siento muy mucho no poder decir quién soy, de verdad de la buena.