25 d’abril 2007

En el Corazón del Imperio.

Este post es distinto a otros que haya escrito. No por la temática (en ese caso, casi todos serían distintos entre sí), sino por la forma en que lo he escrito. Normalmente, me ilumino con una idea (curiosamente acostumbra a ser cuando me levanto de la cama y mientras miro al techo enciendo la luz), le doy 4 vueltas, y cuando puedo me pongo a escribir un borrador el cual voy modificando (o no) en más o menos tiempo. En este caso no. En este caso he ido escribiendo mis vivencias, mis anécdotas y las que vi, tal y como me acontecían, en mi viaje de 3 días a Madrid, en tiempo real. Ciudad conocida también como "los madriles", "agujero de donut", "ahí donde los putos chulos" y un largo etcétera de cariñosos apodos.

También hay una parte de imaginación absurda, producto de mi neurona herida de gravedad (cuando nací tuve un accidente del cual no me quiero explayar más).

Para situar un poco más mi (poco) estado de ánimo de esos días, comentar que fui a Madrid por motivos de trabajo. Que eso no quiere decir que tuviera trabajo que hacer en Madrid. O que hiciera falta en Madrid. De hecho, hacía tanta falta por motivos de trabajo cómo haría falta un juego de estanterías en la casa de Torrebruno.

Así que así fueron esos 3 días. 3 días sentado delante de una mesa, con un portátil (con wifi, gracias, oh dioses), que algún listo le puso winXP con sólo 128mb de ram (como pille al cretino le hago tragar el aparato de proyección con pantalla incluida) y toda una convención, feria o como se llame delante mio. Y así lo viví:

Empezamos bien. Me levanto a las 6 de la madrugada para coger el avión. Considerando mi ágil despertar, que sería menos que nulo, es todo un milagro que haya sido capaz de salir sin ayuda de mi casa y llegar a la calle. Ahí ha llegado la primera. El cajero sólo da billetes de 50€. Así que el primer taxi que he parado, desde mi infinita inocencia (y que al ir dormido no me enteraba de nada, para que engañarnos), cuando me está cargando la maleta le suelto que sólo tengo un billete de cincuenta. La siguiente imagen que recuerdo es la maleta en el suelo y el taxi lejos. Al cabo de un rato de dar vueltas como un hamster (sin precinto, eso si), encuentro otro taxi. Esta vez callo y me siento mientras mi voz de ultratumba típica de las mañanas dice: "Al aeropuerto". Al final resulta que el taxista tenía cambio y era buena persona. Increíble pero cierto.

Llego a la zona de embarque. Bueno, a lo que en estos momentos, y no sé porqué, me recuerda una cárcel. Todos con una palangana de plástico blanco, con sus pertenencias dentro, los policías o guardia civiles o lo que sean con guantes blancos (¿para que no les contagiemos, o para no contagiarlos?), esa atmósfera y ese clima hacen que vuelva a maldecir el día en que acepté ir a Madrid. Que no acepté, que me obligaron. Vuelvo a maldecir.

Al subir al avión y sentarme en mi sitio, me acuerdo de la tarada que me ha reservado el billete (y el asiento). Al fondo de todo. Detrás de todo. Al decir detrás, quiero decir detrás. La azafata se sentaba en su habitáculo... Que está delante mío. Total, que si miro para delante, veo una mampara que oculta los manejos de las auxiliares del aire. Si me giro y miro por la ventana, tengo una preciosa vista de la chapa del reactor izquierdo. Si miro a la derecha, tengo una preciosa vista de la oreja de un sujeto calvo con una corbata que le aprieta demasiado. Espero que no reviente mientras esté a su lado, la sangre cuesta de sacar.

Llego al Palacio de Congresos y descubro que por el bien de la humanidad, y por eso del cambio climático, han decidido quitar la climatización. Chúpate esa, y yo con manga larga sudando cómo un cerdo. Lo llego a saber y no me ducho.

Una cosa que hay que reconocer que el Palacio de Congresos ha hecho bien es la aplicación de la vida sana en este recinto. No hay ninguna persona obesa ni similar. Y todo gracias al café. Bueno, a ese líquido en Barcelona nadie tendría cojones de llamarlo café. Pero ya sabemos que estamos en la capital del reino y de la chulería. Aquí al purgante con colorante le llaman café. Ahí, con un par. Además tiene unos efectos increíbles. Yo he llegado sin haber comido nada. Me he tomado un café sin saber que no era café. Y he ido al wc. Dos veces. Eso es vida sana y de forma rápida. Nada de beberse 2 litros de agua para echar una meadita. Tonterías. Un "café" y a cagar. Literalmente. No hay nada más natural para perder peso.

A los 20 minutos de estar ahí, me doy cuenta que hago menos falta que una escoba en el desierto. Así que decido atacar al portátil y que ahí las pongan. Primer reto de la mañana: acordarme de todos los nombres de usuarios y contraseñas de todos los foros y similares que tengo para poder perder el tiempo dignamente. Con esta opción, pierdo el tiempo de forma indigna durante mucho rato.

Durante todo el santo día, durante los 3 días, hay un stand donde una supuesta radio (digo lo de supuesto porque he llegado a ver emisoras de radio serias muy cutres, así que vete a saber) del congreso: hablan sin cesar sobre los diferentes stands, de las conferencias más o menos serias (la verdad, no eran ni serias ni dejaban de serlo, creo que la palabra que definiría mejor esas conferencias sería: tostoninsoportable), y van haciendo entrevistas a gente teóricamente importante y sabia del ramo. De esas infinitas horas de oír ese murmullo atronador en mi oreja como si fuera la tortura china, me quedo con un fragmento de un coloquio entre diversas personas, una de ellas una delegada de la comunidad de Madrid y un representante de no me acuerdo ahora que multinacional de las gordas. En un momento de la conversación, el entrevistador deja en el aire una duda:¿Que tienen que hacer las empresas para mejorar y ser más emprendedoras? Yo me espero una respuesta acerca de las nuevas tecnologías, tener visión de futuro y fomentar proyectos a largo plazo, etc, pero no. La delegada de la comunidad y el de la multinacional están de acuerdo en ese tema, y lo plasma la mujer rápidamente, sin concesiones. "Las empresas para mejorar y ser más emprendedoras, tienen que encontrar y poner en nómina a gente emprendedora". Y se queda tan pancha la tía. Lo mejor es que me levanto para ver a la energúmena que dice una cosa así y tiene un cargo público y veo que el de la multinacional va moviendo la cabeza afirmativamente. Pues vamos bien.

En el stand de enfrente acaba de llegar una chica de esa empresa, y mirándose un portátil que tienen ahí le pregunta a un compañero suyo que hay ahí: "¿Que contraseña?" El chico se mira un momento el portátil de reojo mientras le dice: "Dale al intro". Acto seguido, veo que la chica, a pesar de lo que ha dicho su compañero, escribe algo, hace cara rara y mientras levanta la cabeza dice: "Falla algo, no entra". El chico se gira y va hacia ella mientras comenta:"Pero si hace 5 minutos que yo he entrado". Ella le dice,"Pues ahora no, mira". Y mientras lo dice, escribe, le da al enter y se lo queda mirando mientras dice: "¿Ves?". El chico se la queda mirando y le comenta: "Pero no te he dicho que le dieras a intro?" "No, me has dicho dale, no dieras. Probaré con dieras". El chico ve como ella escribe y cuando esta apunto de acabar de escribir, le para las manos y empieza a darle a la tecla de borrar. Entonces ella ve la luz y dice:"Ah, era sin espacios?". El sigue callado mientras borra lentamente hasta que al final, deja de borrar, pone el dedo encima de la tecla enter y le dice lentamente: "Dale. Al. Intro." Y mientras lo dice, le da al enter, se la mira un momento, se gira y sigue haciendo lo que hacia anteriormente con una carpeta. La chica que se lo queda mirando, se mira el portátil, levanta la vista y me ve a mi. Se sonroja, agacha la vista y empieza a mover y clickear con el mouse.

Hay cosas (muchas) que no entiendo. Una de ellas son las camisas azules con cuellos blancos. Parece que sea una forma de vestir con copyright de Madrid. Eso si, van evolucionando. Primero fue la camisa azul con el cuello blanco. Luego como complemento se peinaron todos el pelo para atrás, con más o menos gomina. Ahora algunos freaks y iluminados substituyen el azul por cuadros (pero el cuello blanco, que lo fundamental es lo fundamental). Pero los camisas azules siguen ahí. Con su cuello blanco (ancho), su gomina y ese móvil de última generación que nadie sabe porqué llevan. Esto último lo digo porque cuando hablan por el móvil, parece que no sepan cuál es el concepto de teléfono. Suben unos cuantos decibelios su voz hasta el punto que si apagasen el móvil, el interlocutor seguiría oyéndolos. Eso si la voz siempre grave y profunda, mientras su mano libre se apoya con indolencia chulesca en la cintura. A juzgar por las caras, deben de hablar de temas importantísimos. Claro que Snoopy también pone cara seria cuando se pone a jugar a batallitas áereas encima de la caseta.
Pero lo importante es el conjunto. Y ellos lo saben porque se les ha inculcado, con sangre y fuego si hacía falta, desde que era niños de teta. Es el conjunto de camisa azul, cuello blanco, corbata normalmente de colores (curiosamente predomina el salmon, el anaranjado y derivados), pelo para atrás, cantidades indecentes de gomina, móvil cool y pose entre macarra y yupie. Es el conjunto lo que da esa sensación de poder y superioridad que todos los camisas azules con cuello blanco irradian. Bueno ellos creen que irradian todo eso. El creador de Snoopy también cree que es gracioso.

Otra cosa que no entiendo (ya dije que no entiendo muchas cosas), es el tiempo. El tiempo que hace en Madrid, para ser exactos. Por las mañanas hace un sol impresionante, tienes que ir con los ojos casi cerrados y casi no puedes ni acertar el cigarrillo con el mechero para encenderlo. Te achicharras que da gusto, la camisa se empapa de sudor y no justamente de la azafata rubia del stand de telefónica, sino del tuyo. Y a partir de media tarde, salen las lindas nubecitas grises y llueve. Llueve y, hasta por joder, hace viento. Cada día igual. Entiendo que haya un cupo de lluvia por cubrir, ¿pero no podrían agrupar la lluvia en enero y después poner el "/mode lightsun on"?

Hoy en el stand de enfrente ha venido una chica nueva. Ha preguntado por la contraseña para entrar en el portátil. El chico se ha levantado sin decir nada, con media sonrisa en la boca, y ha pulsado la tecla enter. Y la chica le ha comentado: "Hombre, eso me lo podrías haber dicho, que hasta ahí llegamos". El chico ha puesto esa cara de "si tu supieras...".

Estar en la feria me ha hecho reafirmar en que este no es mi mundo. Aquí todo el mundo lleva tarjetas de visita. Y las da casi casi indiscriminadamente. No me extrañaría que aquí para ligar la gente se pase también la tarjetita de marras. Supongo que entonces entendería porqué no me como un colín.
Lo divertido de la historia es ver cuando dos personas se las pasan, y una de ellas descubre horrorizado que ya no le quedan. Antes he visto a una mujer que le ha pasado esto. La pobre se ha puesto roja y avergonzada ha soltado a media voz un: "Discúlpeme". Lo que no entiendo es como no la han apaleado y posteriormente, empalado en la plaza mayor.
No me quiero imaginar que le puede pasar a esta raza de comerciales el día que se les estropee el móvil. Supongo que sería similar al crack del 29 y se tirarán desde la ventana más alta. Lástima que los abogados no les acompañen.

En las ferias y similares existe la tradición de que los stands vayan regalando pequeños obsequios. Los hay de decentes, curiosos, absurdos y cutres. Regalan tarjeteros (como no), bolígrafos con el nombre de la empresa, una especie de bolígrafo de dos colores con un cargador de post-it estrechos y alargados incorporado en él mismo ("es para tomar direcciones de email", me ha dicho la chica al mirarmelo con cara extrañada), abrecartas con rotulador fluorescente incorporado ("para marcar por donde rajar la maldita carta, ¿eh?", le he comentado a la chica que me lo ha regalado), una caña de bambú (no quiero imaginarme para qué), porta-tarjetas (jej...), lápices con una pluma de colores (¿?¿?), taza de café y chucherías varías.

El hablar de las chucherías varías me ha hecho pensar en otra cosa. Aquí regalan chupa-chups. Piruletas. Caramelos. Gominolas. Chicles. Todo de los más variados gustos y colores. Y todos con azúcar.
"Nueve de cada diez dentistas recomiendan tomar chicles sin azúcar." El cabrón del décimo vive en Madrid y tiene la consulta al lado del Palacio de Congresos.

Por fin se acabó la maldita feria. Adiós acreditaciones colgadas de los cuellos, cómo si vulgar ganado fuéramos. Adiós gomina. Adiós camisas azules con cuello blanco. Adiós a las horas de estar sentado sin verle final al oscuro túnel.
Realmente, 3 días encerrado aquí dentro hacen que luego uno bata récords que nunca antes te habrías planteado batir. Los posters, la banderita y los folletos no han tenido tiempo ni de despedirse. Los he doblado y metido en las cajas a una velocidad de manos que ya me gustaría tener en la intimidad, cuando mi amor propio flojea. La mesa y las sillas han volado del stand al carrito que ya le gustaría a Iberia despegar así. Casi antes de que mi jefe haya acabado la frase "¿Empezamos a desmontar?", yo ya estaba abajo, entrando en el taxi. Glorioso. Sublime. Éxtasis total.

Ahora estoy tumbado en la cama, ya estoy duchado, afeitado, y no me pienso poner ni zapatos, ni nada que recuerde un traje, una corbata o algo similar. He quedado esta noche con unos amigos que aún no lo somos en persona. Curiosidades del mundo friki de los juegos de rol online masivo. Lo de masivo no trae a cuento, ¿pero a que queda bien?
Lo que me da miedo es que he quedado con una gente de la que no sé el nombre. Se ocultan bajo apodos. Que eso a todas luces es sospechoso. Si eres una persona legal, no tienes que ocultarte bajo ningún apodo. Pero si te haces llamar "er chori", y no justamente porque te guste envolverte en piel de intestino y colgarte en una pared, eres sospechoso. No sé a cuantos conoceré hoy. En principio, el martes, iban a ser dos. Después tres. A saber cuantos seremos al final. Lo que si que tengo claro es que voy a llevarme el cuchillo jamonero, por motivos preventivos, que luego siempre buscas uno y no lo encuentras cuando más lo necesitas. Cómo los taxis o los proxenetas, vaya.
Lo que no sé es si podré escribir algo cuando vuelva. A saber el estado en que llegaré. Me conformo en llegar de una pieza y sin manchas de sangre. Aunque si la sangre no es mía, también me conformo.

Bueno, aquí estoy. Acabo de llegar a Barcelona. Desde ayer por la tarde la cosa cada vez ha ido mejor. Me fui de fiesta con esa gente rara que se hace llamar por motes, cenamos, nos tomamos unas cervecitas, hablamos un ratito, reímos algo más, nos hicimos las 4 fotos chorras de rigor (tendré que hacer un estudio de porqué cuando se juntan unas cuantas personas, llega un momento que tienes que hacer fotos tontas, como si quisiéramos inmortalizar nuestro fallo neuronal), y para el hotel, que la juventud de hoy en día no me aguanta, si esta juventud nos tiene que pagar la pensión, vamos bien. Aún así, guardaré un bonito recuerdo de "Pepero de las Chollas", de "Esas Bragas Son Para Galiardo", de "Me Quemo y No Me Cuido la Herida" y de "La Enfermera Ambulanciera".
Por la mañana, me he levantado, he desayunado wiz da calm, me he ido para el aeropuerto, el vuelo se ha atrasado y eso ha hecho que llegase justo a tiempo para ir... a mi casa. Hoy no he currado. ¿Hay una forma mejor de empezar el fin de semana?

Creo que ya es hora de cerrar este post...

PS: "Mamá, mamá, hacen una película del antiguo Egipto". "No hijo, no. Es cine de barrio".
PPS: Cremar-se a l'estil bonzo pot ésser un bon truc de màgia, però no té futur.

12 d’abril 2007

De cabalgatas, rúas y demás.

Escribir en un blog, de forma (más o menos) regular, implica un ejercicio mental que mi neurona no acostumbra a realizar (de ahí la calidad de los posts). Sólo el goteo constante de sapiencia finita (pero mucha) unida a esa alegría innata que rezuman los comentarios de los comentaristas (que sería de este blog sin sus contertulios habituales), hace que escriba. Escribo sin pensar, sin leer (acto que me obliga a borrar parrafos enteros sin vocales o sin consonantes, o hasta sin vocales ni consonantes), sin comer ni beber. Pero esta vez no. Los agudos y reluctantes comentarios de mis allegados comentaristas/contertulios en mi último post me hicieron ver la luz. Primero, porque con lo oscuro que es esto, sin encender la luz no hay dios que lea nada. Segundo, porque vi una bombilla, de bajo consumo, que me venía y me iluminaba. Tercero, porque sí. La verdad es que no entiendo cómo no pude pensar en éste tema antes. Es una temática de la cual se habla en la calle, en los bares, durante los partidos de fútbol, en el mercado, viendo la tele y hasta en la más íntima y lasciva de las alcobas, ya sea de amor o de pago. Es un tema que nos acontece diariamente, que nos afecta en el día a día, en la semana a semana desde que nacemos hasta que nos volvemos comida para gusanos (cuál cebo) o ceniza (cuál cigarrillo sin boquilla). Estoy hablando, por supuesto, de las cabalgatas.

Pero hablar de cabalgatas no es exactamente correcto. Concretemos:
Por navidad, o más bien dicho, después de ella, tenemos la Cabalgata de Reyes, donde una gente adulta (según el dni) , se disfraza con barbas, pelucas, coronas, ropas aterciopeladas y/o brillantes y rodeados de otra gente adulta (repito, según el dni) que van con las caras pintadas de negro (si hay presupuesto es maquillaje, sino lo hay, van tiznados de carbón), y se dedican a tirar caramelos con más o menos mala leche a los niños y no tan niños desde lo alto de unas carrozas. Que no son carrozas, sino camiones con una plataforma encima, decorados con más (pocas veces) o menos (la mayoría de las veces) gracia, y normalmente acompañados de música que parece escogida por el asesor de imagen de Agata Ruiz de la Prada (famosa diseñadora por tener el "gusto" de saber escoger cómo marido a un demócrata de la talla de Pedro J. Ramírez, el campeón de los calzoncillos).

Después de las fiestas navideñas, por febrero, tenemos carnaval. Pero en carnaval no hay cabalgatas. hay Rúas. En las Rúas, la gente adulta (según el dni) se disfraza con barbas, pelucas, coronas, ropas aterciopeladas y/o brillantes y rodeados de otra gente adulta (repito, según el dni) que van con las caras pintadas (si hay presupuesto es maquillaje, sino lo hay, van pintados con dacs), y se dedican a tirar caramelos con más o menos mala leche a los niños y no tan niños desde lo alto de unas carrozas. Que no son carrozas, sino camiones con una plataforma encima, decorados con más (pocas veces) o menos (la mayoría de las veces) gracia, y normalmente acompañados de música que parece escogida por el asesor de imagen de Agata Ruiz de la Prada (famosa diseñadora por diseñar ropa similar a la neurona de su marido).
Así que tenemos que las cabalgatas y las rúas se diferencian básicamente porque en las cabalgatas hay gente con la cara pintada de negro, y en las rúas, generalmente, no. Ahora podríamos fácilmente y de forma demagógica, hablar de racismo. Podríamos plantearnos porqué en las cabalgatas dejan a la gente ir de negros, y en las rúas no. Sacar el tema del racismo y la xenofobia, comentar y intentar adivinar si son motivos de la inmigración, o si ya viene de antes. Pero no. Eso no es lo importante. Lo que realmente importa a la gente de a pie, a los ejecutivos, a los hemofílicos de la Zarzuela (Juanca, es un motivo de honda satisfacción darte un saludete si me lees), es el porqué de la diferencia de nombre entre cabalgata y rúa. ¿Que motivos económicos, políticos y geográficos empujaron a hacer está distinción clasista? ¿Quién, cuando, cómo y porqué? ¿Y donde?

Primero vamos a ver que se entiende de forma oficial por "cabalgata" y "rúa".
Según la RAE, cabalgata es "Desfile de jinetes, carrozas, bandas de música, danzantes, etc., que se organiza como festejo popular" Y rúa, según la misma RAE es "Calle de un pueblo" o "En Galicia, fiesta o diversión nocturna de aldeanos". Claro que también nos informa de que existe el verbo ruar (Andar por las calles y otros sitios públicos a pie, a caballo o en coche). Total, que parece que el término correcto sería cabalgata o, para ponernos estrictos e igualitarios con todo el mundo, desfile.

Con esto podemos deducir que, si bien una cabalgata es un "desfile (blablabla) que se organiza como festejo popular", la rúa no. Es decir, las rúas o no son desfiles o no se considera un festejo popular. Cómo la neurona es lenta pero segura, creo adecuado deducir que no va a ser eso lo que separa una cabalgata de una rúa.

Por lo tanto, sólo nos queda una opción. El racismo. Ya he expuesto de forma clara, concisa, contrastada (por estudios científicos de las más excelsas universidades) que lo que realmente diferencia una de la otra es que en las cabalgatas hay bastante (por no decir mucha) gente disfrazada de negro. Por negro me refiero a la raza, no a que vayan con ropas de color negro. Que podría poner persona de color, pero me niego a imaginarme un africano como una persona de color... azul, gris, verde o caqui. A un americano me lo puedo imaginar de cualquier color, pero es que sólo hay que ver todo el país en que viven para imaginarse cualquier cosa: un presidente que se atraganta con una galletita, emisiones en directo de ataques preventivos, etc... Bueno, a lo que ibamos. Que lo curioso del caso es que las rúas más populares (las brasileñas), estan llenas de negros, mestizos, mulatos y demas. Que he aquí el punto de inflexión que puede hacer que se resuelva este estudio tan meticuloso que tantos minutos (4, para ser exactos) me está ocupando. A lo mejor (por no decir de forma categórica que es la verdad), resulta que es racismo... Pero no racismo como nos imaginamos de forma normal. Es decir, normalmente, cuando oímos o leemos la palabra racismo, nos imaginamos al negro oprimido, atado a una estaca mientras lo fustigan y un blanco le pregunta: "¿Cómo te llamas, esclavo?" Pero en este caso, es a la inversa. En un momento de la historia, los diccionográfos (la gente que se dedica al noble arte de crear diccionarios), se dieron cuenta que tenían cómo acepciones de desfile estos dos lindos vocablos. Cabalgata y rúa. Y decidieron (por eso de ahorrar papel en la siguiente edición del diccionario) unificar conceptos. Evidentemente, a partir de ese momento se crearon dos bandos. Los pro-cabalgata y los pro-rúas. También había los que querían que tanto en un concepto de desfile como en el otro hubiera gente disfrazada de Torrebruno, pero a esos energúmenos se les vetó la entrada a las negociaciones de forma dialogante y conciliadora con balas de 9mm. Después de minutos y minutos de ardua negociación, se decidió que los dos desfiles se unificaran bajo el nombre de "rúa". Se decidió ese nombre básicamente porque es más corto y tenían que ahorrar espacio, cómo ya he dicho antes. Pero entonces, los puristas de la rúa, surgieron con un argumento radical, sorprendente e irrefutable: No se podían llamar igual, ya que, mientras en las rúas la gente es negra, mulata y/o mestiza, en las cabalgatas la gente se tiene que disfrazar para parecer negros. Es decir, la cabalgata era un conjunto de blancos que querían ser negros. O lo que es lo mismo, la cabalgata era un conjunto de negros falsos. Evidentemente, un intento tan burdo de suplantación de raza no se podía premiar con el éxito del desfile y llamarle "rúa". Así que, con las lagrimas en los ojos (porque vieron que no podrían ahorrar espacio ni tinta) los diccionográfos tuvieron que aceptar poner los dos términos. Pero en venganza a la rúa (y por motivos de ahorro de tinta y espacio), decidieron no poner en la definición ninguna referencia al concepto más festivo y festivalero. Para el mundo, la rúa como desfile festivo no existiría. Sólo las cabalgatas.

Y así está el mundo, ofuscado y en la penumbra, lleno en un mar de dudas. Y todo por un color.

P.S: Éste reportaje de investigación no tiene nada que ver con reportajes de investigación que "el mundo" y "telemadrid" puedan realizar. Aunque las fuentes sean las mismas.
P.P.S: Y el número de neuronas, también.
P.P.P.S: Pels amants de "Queer as folk", aneu a veure la pelicula "300", no us podeu perdre la reinona Jerjes (coneguda en l'ambient com Jerji L'Empaladora) en acció.