03 d’agost 2006

Mocosoft Inc.

Hay unos seres que pululan por el mundo que son raros. Los grandes fanáticos de la informática. Esos que hacen un curso de uort y ecsel de ocho horas y ya se consideran informáticos pro y te cuestionan cómo instalar ese servidor, o cómo implementar ese router porque en casa se instalaron el módem usb y es mano de santo, o te cuestionan que en la sala de servidores tenga o no que haber aire acondicionado cuando en la calle estamos a 40 grados. Son esa gente que creen que tus años sudando libros y peleándote hasta las tantas delante del ordenador, con ganas de coger el teclado y clavarlo en medio del monitor son tonterías. ¡Ellos en casa tienen la última versión de Mocosoft y les funciona todo perfectamente! Para estos freakis no hay duda de que Mocosoft ha sido, es y será la panacea universal. Es su biblia, su guía, e indefectiblemente, para ellos (y por ende para el mundo mundial y parte del extranjero) la informática no se puede entender sin los productos del señor Gates.

Pero para que complicarnos la vida con productos impronunciables con una apariencia rara (¡Dios mío! ¡Si se tiene que escribir! Pero si con el mouse se va más rápido haciendo click en los botoncitos... no tiene botoncitos?? Pero que mierda de sistema operativo es??) si los chicos de Redmond se han gastado el dinerito en comprar y maquear un producto que luego venden como el gran invento de la historia de la humanidad. ¿Para que?

Evidentemente, si compras estos productos (¿Copiarlos? ¿Bajarlos de internet? ¡Eso es ilegal!) tienes un sinfín de ventajas, pero la más mejor, evidentemente, es su servicio de soporte. Ejem. Mejor aclaremos. El nombre correcto tendría que ser: Centro de Soporte Qué Sólo Daremos a Empresas Qué Se Hayan Gastado Una o Dos Pastas en Nuestros Productos. Para los usuarios finales, esos que compran el pc con todo incluido sólo para tenerlo en casa, les queda la opción de tirar una moneda al aire cuando tienen problemas raros con algún producto tan simpático como el Office o similar. Si sale cara, desinstalar y volver a instalar. Si sale cruz, desinstalar y volver a instalar.

Y para las empresas pequeñas o medianas, más de le mismo. Cómo ejemplo, una conversación que tuve en su momento con ese apreciado servicio de soporte...

Resulta que, por motivos que no vienen al caso, el gerente de mi empresa decidió instalarse él solito el Office. Se tiene que reconocer que para instalar ese paquete (nunca más bien dicho), no hace falta tener ni estudios. Sólo saber el significado de la palabra “Siguiente” y saber hacer un click encima del botoncito donde pone esa palabrita. Total, que no quiso esperar a tener el portátil para el día que le tocaba, lo cogió el día antes, y se puso el Office. Y ahora cuando abre el Outlook, cada vez que se revisa si hay correo, o le da a F5, actualiza o lo que sea, le pide el usuario y contraseña de la cuenta de correo. Me he revisado por delante y por detrás, de lado, por dentro y por fuera el maldito Outlook. Teóricamente está todo bien. Teóricamente, tendría que revisar el correo automáticamente sin que pidiera nada. Pero no. No quiere. No le da la santísima gana.

Después de dos días de revisarlo todo, desinstalar, limpiar el maldito registro (otro gran detalle de Mocosoft), instalar, volver a desinstalar, limpiar otra vez el registro y lo que no es el registro... Decidí llamar al centro de soporte. Que digo yo, si fueran el teléfono de la esperanza, el numero de suicidios en este país igualaría al de Suecia. Les llamo, y una vez identificado y comprobado que seamos nosotros y no alguien más que se quiere aprovechar de su magna sabiduría, les cuento el problema. Solución, desinstalar e instalar de nuevo. Les digo que eso ya lo hemos hecho. Me contestan que puede ser que en la instalación hiciéramos algo mal. “No hice el pino desnudo, con las manos atadas a la espalda y comiéndome un bocadillo de yogurt de pastrami, ¿puede ser eso lo que hice mal mientras le daba a siguiente-siguiente-siguiente?”. Con una voz paciente, cómo dando a entender que cómo es lógico, yo no sé de que hablo y él si (sacarse la carrera de periodismo para acabar de help desk de mocosoft, eso es visión de futuro), me intenta explicar un galimatías impresionante sobre la estructura del disco, el formato del mismo, que depende todo del sistema operativo y de cómo se instaló, que también depende todo de la conexión a internet para las actualizaciones, que también depende todo (cuantos todos, vale que la verdad no es absoluta, pero...) del servidor de correo donde el Outlook se sincroniza... Y que también depende todo (venga, falta algún todo, o estamos todas ya en el tostadero?) de que no utilizamos el Iexplorer, que utilizamos el Firefox... Cuando acabó, le dije: “Vale. Y ahora cierra el librito que tienes al lado y me lo vuelves a repetir sin leerlo.” Psé. Que si insinuaba de que no sabía de que estaba hablando. Pues para que engañarnos, no lo insinuaba. Estaba bastante clarito que sólo lo podía decir más alto pero no más claro. Total, que a la media hora de esta amigable y entrañable conversación, me pasa con un compañero. Y me vuelve a repetir todo, todito todo lo mismo que su coleguita. Eso si, cuando acaba me pregunta: “¿Pero ya ha reiniciado la máquina?”

Total, cómo el portátil es el del gerente y necesita (por razones del orden mundial, que no puede pasar sin él) estar conectado a su correo cual yonqui a su jeringuilla, al final una sutil y etérea sugerencia del señor director me hizo ver que todos estos años de estudiar libros, sudar, recordarme de todos los nombres de todos los padres y madres de todos los dioses y no tan dioses no sirvieron de nada: “¿Oye, pues no será más fácil formatear todo y volverlo a instalar de cero? Mi hijo lo hizo cuando me falló el Windows en casa y todo me funciona perfecto.”

Y así estamos, dándole al amigo format y con ganas de meterle un /mbr a quien yo me sé por el recto intestinal... hasta que le salga por la boca.

01 d’agost 2006

Estabilidad.

Debido a mi trabajo, muchos días (por no decir todos) tengo que revisar logs del servidor, gracias a los cuales tengo que mirar ofertas de trabajo que empresas varias nos envían... El otro día me encontré con una curiosa por los requisitos mínimos que pedían: Sólo era uno, pero francamente, era... raro. Lo que pedían era “estabilidad”.

A ver. Pasito a pasito y con buena letra...

¿A que maldita estabilidad nos referimos?

Porque a lo mejor quieren a alguien que tenga estabilidad económica. Que digo yo, quien tenga estabilidad económica que levante la mano, eso para empezar. Y en el supuesto que la tengas... ¿Te irías a una empresa para trabajar de lunes a domingos (¡ojo, un fin de semana al mes te lo regalan por su cara bonita y no trabajas!) currando no sé cuantas horas por una miseria de sueldo?

O a lo mejor se refieren a estabilidad emocional... Es decir, quieren a un soltero o soltera que sea feliz de serlo. O alguien con novio o novia, que sea feliz teniendo novio o novio... O alguien casado o casada, que sea feliz de serlo. Sin hijos, y feliz de no tener esa responsabilidad paternal o maternal. O con hijos, y encantado o encantada de la vida de llegar a casa y que unos o unas locos o locas bajitos o bajitas salten al cuello chillando y preguntando “¿Y porque?”. Claro que con estabilidad emocional también puede ser que quieran decir personas planas. Estilo acelga o lechuga. Que no se muevan. Que casi no respiren, sólo lo mínimo. Nada de calefacción o aire acondicionado. Un chorrito de agua al día y una cucharadita de PlantaVit a la semana y tira que te vas.

Otra opción es que al referirse a estabilidad quieran decir estabilidad mental. Que dices, claro. Suerte que lo piden, porque normalmente, a los empresarios les es igual que sus trabajadores sean psicópatas, psicóticos, esquizofrénicos, paranoicos... ¿Alguien se imagina cómo debe de ser la hora del café en una oficina así? Unos con las hachas corriendo arriba y abajo buscando cuellos que cortar, otros saltando por las mesas emulando a Tarzan, otros escondiéndose en el cajetín de la fotocopiadora para que nadie les vea de que es el sándwich que se ha traído de casa (ni le envenenen el café), algunos hablando con sus amigos o enemigos imaginarios, o haciéndoles caso (en ese caso, normalmente éstos no utilizan hachas, son más sutiles y refinados: escopetas de cañones recortados cargadas de postas)... Y por no hablar de la cena de empresa de la navidad. Normalmente buscan algún sitio tranquilo, estilo Jerusalén o Haifa. Y luego los jefes les dan los regalitos y se van corriendo. Diles tontos.

O finalmente, a lo mejor ésta empresa es más sencilla que todo esto. Y al pedir estabilidad, se refieren a la puramente física. Es decir, gente que tenga las piernas y el sentido del equilibrio bien puestos. Nada de blandengues que vayan temblando por ahí. Nada de gente que recuerde a Bambi cuando nació con las piernas cómo alambres. A lo mejor el trabajo es un barco. Y sin estabilidad ya puedes tener un buen cinturón que te ate, o te vas a ir de babor a estribor y vuelta a babor como una peonza. Y eso si tienen alguna protección en la borda, porqué sino te vas a ir directamente de babor al agua. En ese caso, lo mejor será llevar un flotador amarillo con patito incluido.

Sea lo que fuere, sólo tengo una cosa clara. Ninguno de los contertulianos de este blog que sabiamente inundan de gráciles comentarios los post tenemos un sitio ahí.

Dedicat a tots els poca-soltes que feu que els comentaris siguin impossibles de seguir, entendre i/o comprendre. Amb carinyo, amor i respecte, sobretot moooolt de respecte.