12 de juliol 2006

Da drugman an da quinc. (II)

Como en el concierto de Willie DeVille, primero salieron los músicos para ir calentando motores... Pero no eran dos, no. Eran unos cuaaantos mas. Un batería, un teclado-pianista, un guitarrista, un bajista, dos saxofonistas y dos trompetistas. El más joven podría ser mi abuelo. Lo juro. Se notaba que eran de la quinta de B.B., pero con menos quilos (físicos y bancarios). Hicieron unos solos de trompeta y de saxofón como quien no quiere la cosa, así de paso “se presentaban”. Y gracias a ello puedo comentar algunos aspectos... Uno de los trompetistas no tenia cuello. Doy fe yo, y todos los que estábamos ahí. Los hombros casi le salían de las orejas. De echo, en su país le conocen como “damanuizounec”. El otro trompetista era una versión reducida de B.B. King. Pero no mucho mas, que conste. Eso si, el hombre llevaba un ritmo encima que daba gusto ver como movía esos kilos como si fueran plumas. De los saxofonistas, poco que decir... Uno debería ser el abuelo de todos los saxofonistas, pero también con una marcheta en el cuerpo que daba calambre verlo. Y el otro, debería ser el marginado de la banda, porque era normal...

Y entonces, a ritmo de entierro de New Orleans, mientras el abuelete saxofonista empezaba el tan manido “Ladies and Gentleman...” hizo su aparición el gran (pero mucho, ¿eh? ) B.B. King.

Como el resto de la banda, iba con una camisa graande (más que grande, podría haber sido el chalet de Torrebruno y toda su familia y nadie hubiera notado la diferencia) por fuera los pantalones. Que lo de las camisas también tiene su qué. A cada cual más hortera. Aunque la del abuelete saxofonista-bailador tenía que ganar casi por goleada, pero el trompetista loco le puso las cosas difíciles de verdad. Creo que ganó en la foto-finish.

Bueno, a lo que íbamos. Como dijo después Carquinyoli del Meu Cor, que con Willie se iba a lo que se iba a ver, que no se podía esperar más de alguien que en su momento llevaba un catéter para ir más rápido al meterse los chutes. Que ya tenía mérito verlo así. Vivo. También hizo un comentario en su momento sobre el brillo espectral de la piel de Willie Deville, haciendo alusión de que es bien sabido que las substancias psicotrópicas y alucinógenas brillan en la oscuridad. Pero no creo que sea el momento de difamar el nombre de este cantante. Como decía el Carquinyoli (por cierto, comprate unos pantalones cortos decentes ya, que toca), lo de B.B. King simplemente fue espectacular. Ya no sólo por como acaricia a Lucille (los músicos tocan la guitarra, los dioses no, los dioses la acarician y en respuesta a ello, la guitarra suena cómo el dios quiere), si no porque en concierto es... Bueno, es difícil clasificarlo. Tuvimos un conato de discusión en el cual acabamos preguntándolos: showman o payásete? Carquinyoli decía directamente que ni una cosa ni la otra, que sencillamente era el típico abuelete cebolleta que se tiene en la esquina del comedor, con su mecedora, contando batallitas a nadie en particular. Porque no veas como habla el condenado. Eso si, no para de tocar, al igual que la banda. Más que la “B.B.King Blues Band”, parecían la “Non-Stop Band”. Aunque se tiene que reconocer que se sabe ganar al público. O cómo dice el poeta (encarnado esa noche en Carquinyoli), era un pelota de narices. Se liaba a hablar con la gente de la primera fila, riéndose a carcajadas con ellos, se “discutía” cariñosamente con el resto de la banda con la sonrisa en la cara, tenia conatos con el trompetista loco, para ver quien tenia razón sobre si esa canción se la sabia el publico (es decir, se la hacía cantar al público y cuando acababa le decía: “¿Lo ves? Claro que se la saben”), no paraba de soltar piropos a las mujeres en general, que si el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, la mujer fue su inspiración, que si a las mujeres se les tiene que dar muchos besos (cuando hablaba de besos a las mujeres, siempre acababa dándole besos al micrófono)... No paraba. Claro que tampoco paraba de maravillar con la guitarra.

Pero sobre todo, nos dio una lección de cómo se baila sentado en una silla. Tal y cómo entró, se sentó. Y de ahí no se movió (tiene ochenta años y digan lo que digan, no solo pesan los kilos). No se levantó, sería la palabra. Porque moverse, se movió. De cintura para arriba no paraba de bailar, mientras que los pies iban marcando el ritmo. Sin parar. Esa debe de ser una marca registrada suya. Non-Stop.

El concierto en si pasó a ritmo de blues, rock de los cincuenta, jazz, alegres entierros de New Orleans (si todos son así, yo quiero que me entierren ahí, pero después de la reconstrucción claro, que ahora solo pueden ofrecer entierros vikingos) y similares... Y la verdad es que se agradece un concierto donde el más tonto de la banda hace relojes con las manos atadas a la espalda.

Aunque todos estábamos esperando y creíamos que sólo duraría una hora, cuando llevaba una hora y media ya estábamos viendo que no lo sacaban del escenario ni con agua caliente. Y ya veíamos (dinos iluminados) cómo el concierto se acabaría, los técnicos empezarían a desmontar el escenario... Y él seguiría ahí, sentando, hablando y tocando.

Peró no. Al final, el horario y la orden facultativa médica se impusieron. Y se acabó lo que se daba. Bueno, lo que se daba no, porqué salieron dos sujetos más al escenario, y se pusieron uno a cada lado de él. Uno, daba miedo. Ese si que era joven. Iba con un traje blanco que ni lavado con Ariel Acción Blanco Nuclear. Que al contraste de su piel (no era negro, era aún mas oscuro), daba un dolor de ojos que daba gusto. Pero lo que daba miedo era que, siendo un poquitín más alto que B.B.King, no parecía más pequeño. Que espaldas tenía. Era un armario empotrado de tres cuerpos. Más que su guardaespaldas, era su servicio de seguridad. Al completo. Y la cintura, pequeña. Así que ya me dirás quien se le acerca para pedir un autógrafo. El otro era... bueno, tal y como dijimos en ese momento, por la edad, seguro que fue su canguro cuando B.B.King era crío. Y que ahora lo lleva con él para que no se sienta sólo. Total, que se ponen a su lado, meten mano a sus bolsillos (a los suyos, no a los de B.B.King, se entiende), y le empiezan a dar púas de guitarra... Y él, las empieza a lanzar al público. A puñados. Pero lo mejor estaba por llegar... De pronto, le empiezan a dar otra cosa... Pulseritas de oro. Y venga, a seguir el camino de las púas. Eso si, las primeras que dio, las dio una a una, señalando a la persona para quién era. Suponemos que eran con los que había hablado durante el concierto.

Quién no estuviese allí, viéndolo, puede pensar: “Que chulería, que sobrada...” La verdad, yo también lo pensaría, pero solo hacía falta ver como lo hacía. La expresión de su cara, su sonrisa... No estaba regalando pulseras. Estaba agradeciendo al público que estuvieran allí por él.

Si los futbolistas hicieran igual, habría tortas para ver los partidos. Huy no, eso ya pasa. Tortas y cabezazos.


Comments


Posted by Karkassa
on 17 July, 2006, 4:39 pm
Si quieren ver algo realmente decrépito, les recomiendo lo siguiente:
http://www.youtube.com/watch?v=m1-ZMF5wvfY&mode=related&search=

Posted by PlanB
on 17 July, 2006, 7:25 pm
Esgarrifosamente revelador doc. Karkassa.